EL BOOM MINERO
SIN EMBARGO, NO TODO LO QUE BRILLA ES ORO
A nivel ambiental. Tanto la gran minería moderna como la pequeña minería vienen causando enormes daños ambientales. En la Oroya donde opera la minera Doe Run de Canadá ha contaminado con plomo a más del 90% de los niños de la localidad. En el puerto del Callao, por donde salen los minerales fuera del país, se ha contaminado a centenares de niños con particulado de plomo. En Cajamarca, Yanacocha, la mina de oro más grande América Latina contaminó en el año 2000 a más de un millar de campesinos con mercurio metálico. La Minera Southern ha contaminado la bahía de Ite en el mar de Moquegua y en la región de Tacna ha agotado las aguas subterráneas, debiendo el gobierno regional dictar normas de veda de uso de agua. En Madre de Dios, lo que comenzó como minería artesanal, hoy es una minería de gran escala que extrae oro con dragas de los ríos y deforesta miles de hectáreas amazónicas virtiendo además miles de kilogramos mercurio. Dieciséis de los 53 ríos de la costa están contaminados por actividades mineras y el inventario de pasivos ambientales, que aún no concluye; ha identificado ya 551 de ellos.
A nivel social. Aunque la minería moderna desata grandes expectativas laborales, lo cierto es que por su alta tecnificación, genera pocos puestos de trabajo (1.5% de la PEA nacional), la que además está sometida a mecanismos de terciarización que recortan al máximo los derechos de los trabajadores. En cambio, la pequeña minería genera muchos más puestos de trabajo pero en condiciones infrahumanas, explotando mano de obra infantil, sin norma alguna de seguridad, evadiendo impuestos, contrabandeando insumos. Las pequeñas economías locales experimentan subidas de precios debido a que el reducido sector empleado en la gran minería suele tener ingresos económicos más altos que el promedio local, con lo cual los costos de vivienda, alimentación, educación suben ahondándose las brechas de desigualdad.
El crecimiento económico basado en los ingresos de las exportaciones mineras que no contienen valor agregado hace que la economía se vuelva dependiente de las variaciones de precios de los metales en el mercado internacional y que por tanto sea extremadamente vulnerable. Tributariamente, pese a que en esta etapa se experimenta un ciclo internacional prolongado de precios altos de los metales, las empresas mineras se niegan a hacer aportes fiscales adicionales apelando para ello a sus contratos de estabilidad jurídica. Del lado gubernamental se ha optado por promover la minería ya que ésta les permite soporte económico en el corto plazo para realizar obras de infraestructura o desarrollar políticas sociales clientelistas cuando no, porque el flujo inmenso de inversiones abre el paso para el entramado de corrupción que ha llegado a constituirse en uno de los mayores problemas del país. No es extraño pues que en Perú la minería sea la mayor fuente de conflictividad social y que temas como centrales como consulta a los pueblos, mejores controles ambientales y planificación territorial sean puestos de lado lo cual viene generando el rechazo de las poblaciones afectadas por las actividades mineras y especialmente de los pueblos indígenas que son los que más desprotegidos tienen sus derechos.
Por Marco Arana, líder de tierra y Libertad
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